Sobre el fomento de la lectura en niños y jóvenes se habla y se trabaja mucho, ya no solo desde el colegio, el instituto, las bibliotecas u organismos públicos, sino también y cada vez más, desde casa. El hábito de leer es un paso imprescindible para construir una sociedad crítica. Hoy quería hablaros sobre la lectura en personas mayores y quería hacerlo contando la historia de mi madre, Pepi, de 63 años.
Mi madre es una persona que como tantas otras, abandonó la escuela para empezar a trabajar siendo muy joven. Apenas escribe su nombre y algunas frases sueltas; sabía leer, pero no lo practicaba… hasta ahora.
La historia empieza hace casi dos años, cuando fui a visitarla y encima de la mesa estaba Ensayo sobre la ceguera de José Saramago. Me sorprendió ver este libro cuya lectura no es fácil. Mi madre me contó que lo estaba leyendo (despacito, eso sí) y que le estaba gustando. Me habló de algunos personajes y viendo su entusiamo, comprendí que éste iba a ser su primer libro.
Cuando lo estaba terminando me comentó que iba a continuar. Definitivamente, había empezado a leer y quería convertirse en lectora.
A Ensayo sobre la ceguera le siguieron: El tiempo entre costuras de María Dueñas, El clan del oso cavernario de Jane M. Auel y Los caminantes de Carlos Sisí (bastó decirle que Málaga estaba llena de zombis para querer leerlo). Continuó con la historia de Ayla, leyendo El valle de los caballos de Jane M. Auel y tras acabarlo, decidió cambiar de género, aventurándose con El perfume, historia de un asesino de Patrik Süskind. Actualmente está leyendo Matar a Leonardo da Vinci de Christian Gálvez.
Sé que el fomento de la lectura en mayores se trabaja principalmente desde el ámbito público a nivel de bibliotecas, pero desde el ámbito familiar también se puede realizar una gran labor.
¿Conoces algún caso similar?, ¿has empezado como Pepi a leer de mayor? Estás invitado a contarnos tu historia y tus libros.
Te esperamos.